La hipnosis es un estado natural de la mente; un proceso de concentración en el que entramos un par de veces al día, sin percatarnos la mayoría de las veces de ese tránsito.
Un hipnoterapeuta provoca la fase de hipnosis mediante una serie de técnicas que, aplicadas con conciencia, favorecen ese estado mental, guiando y evaluando los diferentes estadios por los que va transitando la mente de la persona.
Todo este proceso se va gestionando con una metodología terapéutica. Yo utilizo la gestalt, que es una potente herramienta a la hora de resolver conflictos. La sinergia de ambas técnicas potencia la efectividad de los beneficios que tendrían por separado, pudiendo llevar a resultados sorprendentes.
El efecto de concentración que conseguimos con la hipnosis podríamos definirlo, en términos gestálticos, como una técnica supresiva, que ayuda a la persona a centrar su atención en alguna escena, recuerdo, imagen, sensación, emoción…
Podemos a continuación hacer sobre ese emergente una ampliación de conciencia (en gestalt lo llamaríamos técnica expresiva) que lleva, en la mayoría de los casos, a revivir la experiencia con fuerte intensidad. La ventaja es que, si es muy traumática o dolorosa, se puede mitigar la sensación, llevando la atención a qué cosas están pasando independientemente del dolor, miedo o cualquier otra sensación o emoción que le pueda embargar en ese recuerdo. La persona es inducida en un estado mental que conlleva una respuesta orgánica, y vive la experiencia que se le manifiesta como real, ya sea fruto de su recuerdo o de su imaginación.
Finalmente pasamos a la integración, estableciendo una relación con lo vivido y pasando a ser más conscientes, en el aquí y ahora, de cómo nos pueden repercutir esos patrones de conducta en el presente y de qué manera nos podemos responsabilizar para cambiarlos.
En el subconsciente están todas las experiencias que hemos vivido: lo que sucedió, sentimos, pensamos y decidimos en cada momento de nuestra vida. Mediante la hipnosis accedemos a la fuente donde está guardada toda esta importante información sobre nosotros mismos: ahí donde se almacenan los recuerdos, las decisiones tomadas y las emociones sentidas. En él está el origen de nuestras creencias y nuestras pautas emocionales y, desde ahí, podemos hacer de observador de nosotros mismos y comprender nuestros mecanismos.
Este estado de la mente al que llamamos hipnosis (término que acuñó James Braid en 1843) ya estaba presente en los anales de la historia: los egipcios ya hablaban del templo de los sueños… y ha ido evolucionando a lo largo de la historia, bajo otras palabras o conceptos.
En definitiva, el estado hipnótico es un potencial intrínseco del ser humano. Cualquiera puede, en mayor o menor medida, beneficiarse de él, y podemos fomentar su desarrollo, como en cualquier disciplina, con el conocimiento y la práctica.
“Las estrellas brillan para todos; solo hay que saber mirar.”

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